CAPÍTULO SEGUNDO

Incienso, perfumes y ungüentos en la Iglesia Ortodoxa

No hay duda que muchas de las costumbres judías pasaron a la Iglesia ortodoxa aun cuando ésta, en su mayor parte, tenía las suyas propias.

En la consagración de una iglesia o de una casa comercial, ceremonia que en la confesión ortodoxa es reservada exclusivamente al obispo, la parte superior del nuevo altar consta de una simple mesa cuadrada de madera que ha sido previamente lavada con “nitra”, jabón fragante, y con agua caliente; después el propio obispo la restriega fuertemente con una esponja embebida en agua de rosas (el obispo se ha revestido para ello con una túnica de lino sobre su hábito), asistido por los prelados asistentes. Además, la mesa ha de ser hecha, en lo posible, de madera olorosa, las más de las veces de ciprés. También se usa en las Iglesias ortodoxas el ciprés para hacer con esa madera los cuadros sagrados que han de adornarla.

También se emplea en la consagración de un nuevo altar otra substancia aromática que consta de diversas esencias juntas. Se llama ésta “mastíc de cera” y se compone de una mezcla de cera virgen, blanca, con almáciga, que se saca haciendo una incisión en la corteza del árbol sagrado (de almáciga), y que Lutero tradujo por “Würze aus Salbe”, que quiere decir “esencias de ungüento”, y que consta de incienso de Esmirna, áloe, tomillo, resina de pino e incienso blanco.

Una vez fluida esta mezcla, cuya proporción cuantitativa está bien determinada en los libros litúrgicos respectivos, se hace una masa verdosa, movediza y en ella se refriegan, sobre la mesa del altar, pequeños fragmentos de reliquias y se echan en un vaso de forma de cáliz. Con eso termina la consagración. Después, se recubre la mesa del altar con un paño habitual. Pero no todas las iglesias poseen tales reliquias sobre el altar. Todavía sobre éste hay siempre una carpeta doblada, de seda amarilla o roja, en la que está representada la escena del entierro de Jesús y en cuya parte superior y por detrás, en forma de bolsillo, hay fragmentos de reliquia fijados por la mano del obispo con la misma masa de almáciga.

En las iglesias griegas, esas toallas de seda se llaman “antimínsía”, cuyo uso remonta a los primeros siglos de la era de Cristo, no se realiza ninguna cena o fiesta eucarística: sobre ese paño desdoblado quedan la patena y el cáliz.

Dada la prolija fabricación de la “almáciga”, el obispo consagra a la vez una cantidad de esas “antimínsías” .

Otra de las substancias fluidas que pertenece a las más exquisitas esencias que son harto numerosas y de que hacen uso en sus cultos no solamente la Iglesia ortodoxa, sino numerosas iglesias orientales, es el santo “myron”. En el diccionario tal palabra figura vertida por “óleo consagrado” u “óleo ungidor”. Etimológicamente no siempre cuadra así, pues la palabra griega “myron” proviene del hebreo, donde con la partícula “mor” (análoga de “mar”, amargo), indica la mirra hecha ya una resina de color castaño obscuro, sacada del “Balsamodendron mírrha” (Linné), originaria de la Arabia feliz. También aquí el nombre fue sacado de un componente único aun cuando no el principal, y se extendió después a los demás. En realidad, en la composición del santo “myron” entran varias esencias fluidas o sólidas que en la iglesia rusa, según pudimos estudiarlo personalmente a fondo, son veinticuatro; en tanto que, según referencias de obras literarias, la iglesia griega de Constantinopla utiliza para ello cuarenta substancias. Cada una de esas plantas está impregnada de una fuerza curativa excepcional, y es muy posible llegar a la realización de curaciones extraordinarias aspirándolas como perfumes.

Otros tantos ingredientes contienen los santos óleos de la iglesia gregorio-arménica. Todavía no se les ve en el lecho de los enfermos; sólo se les impone a los sacerdotes fallecidos. No nos interesa enumerar aquí uno a uno esos ingredientes. Quien se interesare por conocerlos no tiene más que bus¬carlos en el libro “Rito Mortuorio y antiguos oficios divinos de la Iglesia griega-católica ortodoxa de Oriente”, por el Pbro., Maestro de Teología, A. von Maltzew (Berlín, 1898), que durante muchos años fue sacerdote oficial de la antigua iglesia de la embajada imperial rusa. En la segunda parte de esa obra, de las páginas 89 a la 114, se describe el rito de la preparación del “myron” en amalgamación y se mencionan, separadamente, los ingredientes. Basta con recordar aquí que la ceremonia sagrada comienza anualmente el lunes de la semana santa y que las substancias aromáticas, entre las que tienen un papel importante el vino y el aceite de rosas, se cuecen ininterrumpidamente hasta el jueves santo. Durante ese tiempo se leen ciertos fragmentos de la Sagrada Escritura, preces alusivas, y se profieren ciertas fórmulas sagradas. El fuego que se coloca bajo la cacerola es encendido por el obispo de la más alta jerarquía; en la iglesia rusa de la era zarista, lo era también por un metropolitano; en la iglesia rusa de hoy día y en las iglesias independientes de la cristiandad ortodoxa, también por un patriarca. Cuando éstas no reciben el “myron” directamente de Constantinopla, el mantenimiento de este fuego corresponde después a otros obispos, religiosos de alta graduación y hasta a seculares.

Para preparar el santo “myron” había en el histórico Kremlin (hoy día sin duda ya no existe), una sala especial, de regular tamaño, la llamada “Myrowarennaja Palata” (cocina del myron). Veíase allí en un gran fogón revestido de loza ricamente adornado, tres gigantescas cacerolas de plata de casi 1,50 metros de alto y un diámetro correspondiente, en las que se echaban durante todo el tiempo de la fabricación las esencias perfumantes.

Una vez terminado esto, se sacaba el santo “myron” que quedaba del año anterior y con él se llenaban doce jarrones de alabastro de color rosa natural, todavía originarías de la antigua bízancio.

Entonces, viejos y venerables sacerdotes transportaban los jarrones a la iglesia de los “Doce Apóstoles”, también en el Kremlin. Allí se le depositaba al pie de la mesa-altar. Esa iglesia no servía para ningún otro oficio divino. De ahí, según las necesidades, el santo “myron” era entregado a los obispos diocesanos, los que, a su vez, lo repartían a los sacerdotes de las parroquias para ser utilizado por el sacerdote, que al mismo tiempo hacía de mé¬dico, usándolo como agente curativo.

Ese “myron” sagrado se usaba también en la coronación de los monarcas como un ungüento, lo que, según parece, pocas veces aconteció. Sabíase, sin embargo, que el Zar estaba pronto para curar con él a los enfermos imponiéndoles las manos; también se sabe que el rey inglés era ungido con él.

Es igualmente muy importante el rito eclesiástico de la santa unción “myron”, que se realiza inmediatamente después del bautismo y que, hasta cierto punto, corresponde a la confirmación occidental. En eso también se veía por qué en la iglesia ortodoxa las criaturas pequeñas eran llevadas por sus madres a recibir la comunión.

Además, limítase el uso del “myron” a aquel sacramento que podríamos llamar la “extrema¬unción” católica romana (en alemán, “letzte ólung”) , pero según el concepto de los ortodoxos tiene otra significación. La iglesia armenia sólo aplica la extremaunción a los sacerdotes, y esto, cuando ya están muertos. Cabe notar, además, que la lucha por la prerrogativa de la fabricación del santo “myron” en las iglesias orientales, fue muchas veces causa de amargos disturbios, cuyas consecuencias aun hoy día se dejan sentir.

Mientras que en las ceremonias del culto que hemos mencionado como, también en los sacramentos, las substancias aromáticas deben considerarse como accidentes, atribuyéndoseles significación simbólica de portadores de la gracia espiritual, para nuestros fines, es interesante poder referir una consagración dentro de la iglesia ortodoxa, en la cual, de la plegaria que la acompaña, se deduce claramente que a las hierbas aromáticas no sólo se les atribuye fuerza curativa o protectora cuando se las traslada al dominio religioso, sino también que su fluido fragante, se conoce directamente como remedio, en el sentido médico, para los males físicos y como profiláctico para los animales de las casas y quintas, contra cualquier machacadura o lesión. Para terminar esta disertación sobre el uso de los ungüentos aromáticos en la vida del culto de la iglesia ortodoxa, transcribiré este breve texto.

Sólo reproduciremos aquí el tenor de esa curación no recortada en la traducción alemana y copiada de la redacción fidedigna griega de una edición de la iglesia eslava (paleobulgárica) , hecha por “Trebník” (Moscou, 1902, 2.3 parte). Advertiremos que de la misma oración existe ya otra versión alemana bajo el título de “Oración para la bendición de hierbas aromáticas” en la publicación ya citada, del libro del Pbro. y maestro de Teología A. von Maltzew, página 791. Esa obra es hoy una curiosidad bibliográfica muy difícil de obtener.

Oración para consagrar cualquier planta odorífera “Señor, Dios omnipotente, que todo lo llenaste con tu verbo y a la tierra ordenaste que produjera todos los frutos a su tiempo y diste la alegría y la vida a los hombres. Tú mismo, buenísimo soberano, bendice y consagra con tu Santo Espíritu estas semillas junto con las varias hierbas traídas a este templo sagrado, y a estos tus vasallos que reciben estas hierbas y semillas; límpialos de toda mancha, y llénales las casas con todos los perfumes, para que ellas y ellos y todos los que en ellas creen se sahumen, se preserven y libren de todas las celadas enemigas y los defiendan de todas las tentaciones que tengan, de día y de noche; de las actividades del demonio, para bendición de tu pueblo fiel, en el alma y en el cuerpo, así como a su ganado y todos cuantos pertenecen a sus casas y moradas. Para que todos los que usaren estas hierbas reciban protección en el alma y el cuerpo y para que tu misterio de la gracia (misterio sacramental), sea el sagrado remedio de nuestra redención; para que en cualquier lugar donde sea depositado o usado para atraer bendiciones, tu diestra después de haber dispersado las fuerzas enemigas, lo cubra todo con la soberanía de tu único, majestuoso y venerado Nombre, donde reside toda la soberanía, honra y adoración, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, ¡¡Amén!!”

Entonces se rocían en forma de cruz y por tres veces las hierbas con agua bendita.

Por último, citemos aquí para completar nuestras informaciones del empleo de los aromas en el culto de la iglesia ortodoxa oriental, el ejemplo de una, hoy insignificantísima hermandad de civilización egipcia, cuyo curioso uso encontramos entre los coptos.

Allí predomina en muchas, sino en todas las esferas populares, la creencia de que se puede obtener el perdón de los pecados quemando incienso y confesando los pecados ante los vapores aromáticos que exhalan, aun cuando no sea necesaria la presencia del sacerdote, a quien sólo corresponde el poder de absolución. Bajo este concepto, se atribuyen también a los perfumes fuerzas purificadoras en sentido religioso. Nos encontramos así, en este caso, frente a una concepción que se asemeja a ciertos principios mágicos del chamanismo o de las cosmologías relacionadas con él.

El doctor Steiner, fundador del movimiento antroposófico, introdujo la ceremonia del culto que en la comunidad cristiana conocemos por “consagración de los hombres”, el director de esa comunidad, es el doctor Rittelmeyer, teólogo universalmente conocido por sus notables obras. A esta hermandad pertenecen hombres célebres como el profesor Herm, Beckh, el licenciado Emilio Bock, el botánico Johannes Hemleben, etc., etc.

En esa congregación de personas, salidas de círculos apegados principalmente a la iglesia protestante, se quema también incienso. El doctor Stéiner pensaba que la defumación cabe tanto en los actos del culto como en cualquier curación. A mí mismo me afirmó él que el empleo de los perfumes y los sahumerios tenía en las curaciones un campo antiquísimo de aplicaciones, así como un futuro espléndido.

Tuvimos la gran suerte de ser amigos y discípulos, asistiendo a las clases universitarias del doctor Steiner y a ese genio debemos muchas indicaciones para la aplicación de la Osmoterapia.

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