Capitulo III. Accidentes de Transito

En un diario de México hallamos un artículo periodístico titulado así: “YA ERA SU DESTINO MORIR DESPEDAZADO”. El texto del artículo es el siguiente:

“Un medio hombre, pues le faltaban las piernas y sólo tenía dos patéticos muñones -consecuencia de atropellamiento por un tren hace tiempo- y quien en vida se llamó Fernando Contreras Morán, quedó convertido en una masa sanguinolenta al ser arrollado anoche, en la esquina de Claudio Bernard y Dr. Barragán, por pesado vehículo manejado por un borracho de nombre Manuel Zamudio Martínez, quien se encuentra detenido en la sexta Delegación”.

“Por lo que se ve el destino de este hombre estaba señalado. Hacía veinte años, un tranvía, de los conocidos entonces por “rápidos” le había amputado las piernas al caer bajo sus ruedas en la calzada de Tlalpan”.

“Y no muy distante del sitio donde le ocurrió el primero y terrible accidente, fue en donde anoche encontró espantoso final”.

Hasta aquí el texto del fatal artículo. El periodista la hace aquí de profeta. Menciona la ley del destino y cree que el destino de este infeliz fue morir despedazado. Nosotros no negamos la Ley de Causa y Efecto, pero es difícil para un simple periodista descubrir si tragedias semejantes como ésta son todas resultado del Destino o de la Ley de Accidentes. Existe el destino conocido como Ley del Karma en el oriente. Existe también la ley de los accidentes.

Resulta absurdo afirmar con tono profético que todos los accidentes de tránsito figuren en el horóscopo y que el destino es su causa secreta.

Ciertamente muchos accidentes son el resultado del Destino. Pero no todos los accidentes son el resultado del destino. Realmente un 99% de los accidentes de tránsito son fiel producto de la imprudencia.

Parece increíble que un pobre hombre como el mencionado en esta tragedia no haya logrado alterar en lo más mínimo las leyes de tránsito y circulación. Es apenas creíble que exista una sociedad humana tan cruel y despiadada. Toda una vida de desgracia con una conclusión tan fatal no fue suficiente para mover el corazón de la sociedad humana.

Un hombre que hubiera podido formar un hogar, un hombre que hubiera podido ser útil a la sociedad, fue condenado a morir desgraciado y a vivir desgraciado sin que por ello en nada se hubiera modificado el sistema de tránsito en las calles de la ciudad. Esto está demostrado hasta la saciedad el grado de irresponsabilidad en que se halla la humanidad.

Un escritor famoso consideraba que la cantidad de muertos por accidentes de tránsito según los datos estadísticos anuales equivalía a todos los millones de muertos ocurridos durante la primera guerra mundial. Esto parece increíble, y sin embargo todo continúa lo mismo, nada se modifica, siguen diariamente los accidentes sin que la sociedad humana haga el más mínimo esfuerzo por suprimirlos. A la gente le parece esto lo más natural, lo más normal. Realmente esto sólo es posible en gentes dormidas, indolentes, crueles.

En el fondo, verdaderamente debemos reconocer que los seres humanos todavía no han despertado, tienen la Conciencia Dormida, sólo así se explica que esta barbarie no cambie, sin embargo esto no debe servirnos de disculpas para continuar con el asesinato accidental. Ha llegado la hora de comprender que somos crueles y despiadados. Cuando comprendemos profundamente que somos crueles y despiadados, surge en nosotros en forma espontánea la llamarada de compasión.

En parte los gobiernos de la tierra son culpables de todas estas dolorosas tragedias relacionadas con el tránsito, y en parte no lo son. Ciertamente los gobiernos son el producto de la sociedad. Si la sociedad es cruel y despiadada, el gobierno es también cruel y despiadado. En síntesis podemos afirmar que la sociedad es la extensión del individuo y que el gobierno es la extensión de la sociedad. El gobierno es representante del pueblo.

Tal pueblo, tal gobierno. Cuando nosotros visitamos cierto país que había vivido durante muchos años bajo la bota de un terrible Dictador militar, comprobamos con asombro que cada jefe de familia era un dictador en su casa.

Si existiese sobre la tierra un país con individuos verdaderamente responsables y respetuosos de la vida humana, podéis estar seguros que allí habría un gobierno sabio que haría respetar verdaderamente la vida de cada ciudadano.

Un gobierno verdaderamente justo establecería leyes muy sabias sobre el sistema de circulación y tránsito en las ciudades.

Hoy en día ya las ciudades están congestionadas por coches, tranvías y multitudes de gentes. A diario se registran escenas que parten el alma, madres que mueren con sus niños entre sus brazos arrolladas por las máquinas que afanosamente corren por las calles de las ciudades, niños, ancianos, inválidos, etc. Caen bajo las ruedas de los vehículos. No existe piedad para nadie, no existe un átomo de compasión, nadie vale en la ciudad.

Podrían escribirse las epopeyas más conmovedoras, los dramas más dolorosos que a diario ocurren en la vida urbana con los accidentes de tránsito. Seres que vivían dichosos, nobles esposas, madres que adoraban a sus hijos, respetables varones, todos ellos fueron víctimas de automóviles y tranvías. Muchos hogares quedaron desamparados, huérfanos... viudas... desolación, ese es el resultado de los accidentes de tránsito; y sin embargo todo continúa como antes, todo parece lo más natural, en nada se modifican los sistemas de circulación y tránsito de las ciudades.

A nadie le duele el dolor ajeno. A nadie le importa un ápice el sufrimiento de su prójimo. El individuo sólo se acuerda que existen estos accidentes dolorosos cuando los experimentan en su propio pellejo. Entonces culpa a todo el mundo, protesta, blasfema, etc., así es este mundo de gentes con la CONCIENCIA DORMIDA. Viven en un estado completo de estupidez. Nadie quiere darse cuenta de su propia crueldad e indolencia.

Si cada individuo de la sociedad humana se volviera más comprensivo, si cada ciudadano entendiera profundamente su propia crueldad, surgiría la caridad en cada corazón, y entonces esta caridad se manifestaría en hechos colectivos, en reformas completas sobre el sistema de circulación y tránsito.

Las calles deben ser para los peatones. El tránsito de toda clase de vehículos puede hacerse subterráneo, o con sistemas de paso a desnivel. Así no existirían tantas tragedias ni ocurrirían tantas desgracias; en esta forma los hombres no quedarían convertidos en medios hombres, ni morirían como el infeliz del caso citado en el comienzo de este capítulo.

Es muy cierto que por la calle los seres humanos andan absortos en sus propios pensamientos. Esa es la causa de muchos accidentes. No podríamos negar que los seres humanos están dormidos, caminan por las calles como sonámbulos, soñando profundamente... todo esto es muy cierto, pero por lo mismo, es necesario, es urgente, reformar el sistema de tránsito de vehículos por la calle.

Los choferes exigen que los peatones anden por las calles alertas y vigilantes para evitar el peligro de accidentes. Este anhelo de los choferes y conductores de toda clase de vehículos es muy bueno y maravilloso, pero la realidad, es distinta, todo el mundo vive absorto en sus propios pensamientos, todo el mundo camina por las calles como un sonámbulo. Hasta los que viven más despiertos, aquellos que aprendieron a ser prudentes y a cuidarse de los automóviles y demás vehículos que transitan por las calles, tienen momentos en que no se acuerdan que existen los tales automóviles. Un instante de esos, un instante de olvido, es suficiente para caer bajo las ruedas de un carro.

Que esta clase de accidentes hayan sucedido al principio, cuando comenzó la época de los automóviles, es apenas normal, pero lo que no es normal, lo absurdo, lo estúpido es que ahora, en pleno siglo XX y con coches de última moda, se están sucediendo salvajismos de esta clase, insospechados todavía para los caníbales del África. Estos últimos matan para comer, lo hacen por el instinto salvaje de conservación. Eso es todo. En cambio, los civilizados conductores de vehículos, matan por el delito de correr, por imprudencia, por estupidez, por falta de respeto a la vida del prójimo. Son peores que los caníbales.

Un hombre verdaderamente despierto, un hombre verdaderamente responsable, todo haría en la vida menos manejar un automóvil dentro de las calles de una ciudad. Sólo a los inconscientes, sólo a los cafres del volante puede ocurrírseles el absurdo de conducir un automóvil por entre multitudes humanas.

Realmente las calles de la ciudad y los sistemas de tránsito y circulación resultan ahora anticuados. Es estúpido, es absurdo, mezclar tránsito de multitudes con tránsito de automóviles. Resulta ridícula tal civilización humana cuando vemos gentes que desesperadas tratan de pasar de una calle a otra huyendo de la rueda asesina, grupos humanos en las esquinas suplicando una oportunidad a los cafres del volante para poder pasar a otra calle.

Todo eso es falta de civilización, todo eso denuncia falta de caballerosidad y cultura en los pueblos de la tierra, todo eso denuncia falta de inteligencia. Sólo a un loco de atar, o a un idiota, podría ocurrírsele que todo está muy bien hecho.

Creemos que el tránsito subterráneo de vehículos dentro de la vida urbana solucionaría todo este GRAN PROBLEMA.

Es inútil culpar a los peatones de todos los accidentes de tránsito. Este no ha despertado todavía su Conciencia, anda soñando, absorto en sus propios problemas, se olvida con frecuencia de que existen los carros. Es también inútil culpar a los conductores de vehículos. Téngase en cuenta que éstos también están dormidos, no han despertado la Conciencia, lo mejor, lo más inteligente, lo más lógico, es reformar técnicamente los sistemas de tránsito.

Todas las religiones, órdenes y sectas, todas las escuelas de sabiduría divina bien podrían demostrar su caridad trabajando ante los gobiernos de la tierra para ayudar a la humanidad doliente. Es necesario solucionar este problema y este es el momento indicado para demostrar con hechos el amor al prójimo.

En la práctica hemos podido evidenciar que los viaductos con pasos a desnivel han dado magníficos resultados. Los viaductos además de descongestionar el tránsito en las calles de las ciudades y salvar realmente muchas vidas, resultan muy útiles para el transporte rápido.

Se está necesitando con urgencia un invento especial para salvar vidas y evitar choques de vehículos. Opinamos que todo vehículo, ya sea este terrestre, aéreo, o acuático, debiera llevar fuerza centrífuga en acción, para arrojar fuera de su campo de acción a toda persona, o máquina, o cosa, que amenacen un choque inevitable.

Creemos firmemente que ha llegado la hora de aprender a usar la energía solar sabiamente, para impulsar todos nuestros carros, naves, aviones, etc. Sabemos muy bien que los productos de combustión mineral, vegetal, gasolina, petróleo, etc., resultan muy dañosos para los organismos.

Se hace necesario que todos los cruces de esquina se arreglen en forma escalonada para evitar accidentes.

Es absurdo que los borrachos y los jovencitos aún no mayores de edad, manejen carros, las autoridades debieran tomar medidas muy severas para castigar semejantes casos de irresponsabilidad moral.

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