Con algunos Campesinos

El científico, Gerrit Dou, 1670

La cuarta dimensión, la coordenada perpendicular a los tres ejes Euclidianos de nuestro mundo tridimensional, es un hecho finalmente aceptado por la astronomía moderna, la matemática y la física nuclear.

A través de complejísimas elucubraciones matemáticas, fórmulas y experimentos que dejan con más preguntas y dudas que con respuestas, la ciencia oficial intenta infructuosamente comprender esta dimensión que corresponde a los estados y la ciencia Jinas, un terreno exclusivo de la espiritualidad y la conciencia despierta.

Místicos levitando, curaciones milagrosas, el don de la ubicuidad, santos escapando de cautiverios imposibles, chamanes asumiendo cuerpos de objetos y animales, apariciones fantasmales; todo, corresponde a la capacidad de meter el cuerpo físico de carne y hueso en la cuarta dimensión. Hecho que puede ocurrir en forma consiente o a través del éxtasis místico, de estados pasionales muy intensos que explican muchas narraciones de fantasmas recurrentes en la cultura popular; o por la conjunción de ciertos eventos cósmicos que hacen posible que podamos presenciar, eventualmente, fenómenos Jinas en nuestro plano físico.

Precisamente la imposibilidad de la ciencia de definir qué es la conciencia, o la necedad por aceptar que la conciencia es una propiedad del universo que se refleja a través de nuestra propia mente, ya desde nuestra vida material mundana, hasta lo que en las religiones se conoce como cielos o infiernos, es lo que resulta piedra de tropiezo para los científicos.

Ouspensky en su libro “Tertium organum” citaba: “…lo expresara Riemann: el átomo material es la entrada de la cuarta dimensión en el espacio tridimensional…”

Así lo advertía a su vez el maestro Samael, cuando adelantado a su época hablaba del “mesón k” (una partícula más pequeña que un átomo) como una aproximación de los científicos a la cuarta dimensión.

En efecto, es la física cuántica a través del estudio de las partículas más pequeñas de lo que consideramos como “materia” lo que deja perplejos a los científicos desafiando la lógica de la causalidad, de una línea de tiempo en una sola dirección; donde se pierde la noción de velocidad, de ubicación en el espacio e incluso la idea de la existencia – no existencia.

La humanidad ha tratado de comprender al universo con la limitación de la camisa de fuerza de la lógica formal, restringida por los sentidos. Así, por ejemplo, se afirma que las partículas sub atómicas se comportan de diferente manera cuando son medidas u observadas por algún investigador. No comprenden que son sus mentes las que son observadas por las partículas atómicas. Ignoran que hay conciencia en dichas partículas.

En su obra “Mirando al misterio” el maestro Samael nos narra su experiencia propia vivida con un grupo de campesinos de esta forma: “A mí me sucedió otro caso extraordinario; después de haber puesto mi cuerpo físico en estado de Jinas, de acuerdo con los métodos y procedimientos que a todos vosotros os he enseñado, suspendido en la atmósfera del mundo volé sobre algunas regiones de Sudamérica.

De pronto, pasando por encima de una hacienda, me sentí atraído por una fuerza magnética muy especial hacia la casa de aquella finca.

Al poner pie en el suelo pude verificar el hecho concreto de que ciertos vecinos, trabajadores de aquella propiedad, rezaban ardientemente conjurándome; creían aquellas personas ingenuas criaturas que yo posiblemente sería algún brujo; es obvio que anhelaban eliminarme, destruirme.

Ya en tierra los vi avanzar sobre mi insignificante persona empuñando machetes, mirándome con una ira terrible. Vi un cuarto aparte y en él me metí amparándome tras una mesa; luego dando unos pasos hacia atrás, choqué con una barda o pared; en esos instantes alcanzaron a golpearme con un palo hiriéndome un brazo, más yo hice un gran esfuerzo y metí mi cuerpo dentro de la Cuarta Dimensión; luego atravesé aquella barda que ya no fue para mí obstáculo alguno y flotando en el ambiente, regresé nuevamente a casa. Varios días duré con el brazo inflamado, más al fin sanó definitivamente.”

Lo que comprendemos como materia y energía es sustancia mental. Pero lo único que “vemos” o entendemos de ello son los átomos y mediciones restrictivas bajo las leyes de la física, todo proveniente de los sentidos.

Pero se escapan del entendimiento las partículas más pequeñas que los átomos que provienen de la cuarta vertical, de esa dimensión superior. Por tal razón los científicos las pueden observar o “medir” solo por instantes sin poder adecuarlos bajo la lógica formal ni bajo las leyes de Newton: no es que existan o no existan, que estén dotados de “extrañeza” o que sean impredecibles, lo que sucede es que tienen contacto con su ciencia – solo en ese instante – con la cuarta vertical a través de los sentidos, y a todo eso les resulta ya muy difícil llamar o conocer como “espacio – tiempo – movimiento”.

Nuestra conciencia puede poseer valores atómicos que desafían las rígidas leyes del mundo tridimensional. La compasión, la templanza, el amor por la humanidad, la castidad, el coraje, el perdón; todo en la mente serena del Buda mismo (hombre despierto) que refleja la ausencia de leyes que restringen la existencia.

Estado posible de alcanzar para cualquier persona en cualquier lugar del mundo, mediante la eliminación del ego animal, haciendo un uso trascendental de la energía sexual y por compasión por la humanidad dormida. Trascendiendo nuestra identificación con el mundo. Abandonando la ira, el odio, la envidia, la pasión, representadas por Mara, el demonio que quiso tentar al Buda, el “mí mismo” el “yo” de la psicología.

 Enviado por: Rafael Merazo.

 Imagen: El científico, Gerrit Dou, 1670

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